Empecemos por revisar las definiciones. El humanismo es una corriente filosófica y ética que pone al ser humano en el centro de la preocupación, el teísmo es la creencia en la existencia de una o más deidades. En el caso del catolicismo es la creencia en un solo Dios, en tres personas divinas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Aunque el humanismo y el teísmo pueden coincidir en la importancia de la ética y los valores humanos, el humanismo pone más énfasis en la capacidad del ser humano para dar sentido a su propia vida, mientras que el teísmo enfatiza la importancia de Dios en la vida humana.
En la actualidad, el mundo, incluso muchos que nos hacemos llamar católicos, pensamos en el humanismo como la virtud máxima, creyendo que con hacer el bien al prójimo, alcanzaremos la salvación.
Hemos descartado el primer mandamiento: Amarás a Dios sobre todas las cosas.
Estamos tan centrados en ayudar, que no tenemos tiempo de hablar de y con Dios, participar en misa con la ilusión de estar con Él, visitarlo en el Santísimo, reconocerlo y estar en Él en la eucaristía.
Nuestra prioridad es salvarnos por nuestros medios haciendo "el bien", pero olvidamos que:
Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada sirve.
La salvación es un don de Dios, una gracia que Él nos otorga, y que solo unidos a Él podemos alcanzar.
Aclaremos, debemos hacer el bien, pero cuando por hacer el bien nos olvidamos de Dios, perdemos la fuente del amor.
El triunfo del demonio es hacernos creer que el tiempo dedicado a Dios es un tiempo desperdiciado que podríamos usar mejor en ayudar. Incluso canciones pseudocatolicas que cantan algunos coros, lo repiten.
No, seguramente podemos aprovechar el tiempo en lugar de ver televisión, redes sociales, gustos personales, etc. pero dedicarle tiempo a Dios es indispensable.
¿Como podemos conocer a alguien si no le dedicamos tiempo?
Busquemos primero a Dios, porque estando verdaderamente unidos a El, podremos ser alter Christus, ipse Christus, otro Cristo, el mismo Cristo, y así reconocerlo en los demás y hacer el bien que El nos pide, y hacerlo por Amor, como el mismo pasó haciendo el bien, pero hacerlo siempre permaneciendo en Él: El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, pero sin mí, no pueden hacer nada.
Dios es amor. Todo el amor viene de Dios, hagamos el bien unidos a Él.